San Lorenzo debutó el 3
de marzo en Villa Crespo
ante Atlanta, ganándole
5 a 1, fue tal la
exhibición que la platea
local aplaudió a San
Lorenzo luego del quinto
gol, convertido por el
Lobo Fischer. Fue tal la
superioridad expuesta
por el Ciclón que
terminó ganando la zona
con doce puntos de
diferencia sobre los
segundos Estudiantes y
Lanús; en el camino
quedaron en ese grupo
que le tocó a San
Lorenzo, Racing y Boca,
entre otros.
Al llegar las
semifinales se derrotó a
River 3 a 1 en la cancha
de Racing el 31 de
julio, con goles de
Pedro González, Victorio
Cocco y Carlos Veglio,
hasta que llegó el 4 de
agosto la final ante
Estudiantes campeón de
América y el mundo en
ese año 1968, en la
cancha de River. San
Lorenzo luego de ir
perdiendo lo ganó 2 a 1,
con goles de Veglio y
Fischer, y entonces
luego de una caravana
interminable de Nuñez a
Boedo, se festejó hasta
las primeras horas del
día.
Los jugadores del
estadio de River se
dirigieron al Gasómetro
de avenida La Plata y
aparecieron por el túnel
para saludar al público
como si tuvieran que
jugar un partido, la
gente invadió el campo
de juego dejando
prácticamente desnudos a
los héroes de esta
epopeya.
El grito de "Matadores...,
Matadores... " retumbaba
por todo Boedo y el
país, aquella gozada al
Estudiantes de la Bruja Verón (los hinchas de
estudiantes basados en
un jingle publicitario
le cantaban "Hay una
bruja montada en una
escoba, es el Verón,
Verón que esta de moda",
a lo que la por siempre
ingeniosa hinchada
azulgrana respondía
luego de la final: "Hay
una bruja montada en un
plumero y un lobo gaucho
que la empuja con los
huevos".
Aquellos Matadores le
devolvían al fútbol
argentino vistosidad,
elegancia y, sobre todo,
la esencia, con todo el
fútbol de ataque, con la
delantera más goleadora
convirtiendo 49 goles en
24 cotejos, recibiendo
solo 12 en contra. Los
matadores fueron un
deleite para la mirada
del aficionado, que se
estaba acostumbrando al
juego especulativo que
practicaban los exitosos
conjuntos de esos años.
Aquel campeón invicto
trajo aire fresco para
el fútbol nacional, con
la seguridad de Buttice
en el arco, la calidad
señorial del Sapo
Villar, la solvencia de
Oscar Calics , el
temperamento y empuje
del gran tucumano
Albrecht, la fuerza y
seguridad en la marca
del Gallego Rosl, la
tenacidad, quite y
distribución de juego
del Oveja Telch, la
maestría del Toscano
Rendo y la conducción de
Victorio Cocco; y
adelante te "mataban" la
velocidad de Pedrito
González, la potencia
goleadora del Lobo
Fischer y el talento del
Toti Veglio. Afuera
esperaban, Veira, Tojo,
Gramari, Sconfianza,
Magliolo, Doria, Amado,
Martinez, Irusta,
Dalessandro, los más
pibes García Ameijenda,
Glaría, Soma, Ayala,
Chazarreta, Rímolo,
Esposito y como si fuera
poco no pudo jugar ese
campeonato Doval (por
suspensión).
¡Qué equipo!, ¡Qué lujo
por dios!, estos
muchachos estuvieron a
la altura de la gloriosa
historia de nuestro San
Lorenzo, fueron
herederos del glorioso
campeón de 1927 record
hasta hoy no igualado de
47 partidos invictos,
fueron herederos de la
perfección, el fútbol
total de los maestros
del 46-47 que dieron
cátedra por Europa,
estos muchachos fueron
el mejor equipo del
fútbol argentino del
último medio siglo.
Estos muchachos nos
regalaron orgullo a
todos los cuervos.
Pasaron ya 38 años, en
1968 existía una
institución (pese a yo
no ser la de los mejores
momentos) con 48.636
socios. Sí, leyó bien
48.636 asociados,
liderábamos las ligas de
básquetbol, atletismo,
natación, bowling,
hockey s/patines,
billar, pelota-paleta y
tiro (había polígono de
tiro) en el club de
barrio, como algunos
dicen peyorativamente.
San Lorenzo en 1968 era
San Lorenzo. El
Gasómetro se deleitaba
en el tablón, porque
estaban los Matadores y
había robo en el field.