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Museo Jacobo Urso

Club Atlético San Lorenzo de Almagro

Ubicación:  Acceso a Platea  Norte del estadio Pedro Bidegain
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por Alberto Barja
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HOMENAJE A MIERKO BLAZINA

 

Nació el 18 de mayo de 1925 en Trieste, en el norte de Italia, en la frontera con Eslovenia. Tras la derrota italiana en la Segunda Guerra Mundial, el territorio fue dividido en dos zonas y una de ellas quedó bajo la administración del antiguo reino de Yugoslavia. Esto ocurrió cuando ya era el arquero de San Lorenzo. Tal vez sea uno de los motivos por los cuales algunos lo consideran erróneamente como yugoslavo. Sus padres sí, eran eslovenos...

 

 

La familia Blazina emigró a Argentina en 1933, escapando de la convulsionada situación socio-política de su tierra. El régimen fascista de Mussolini llevó a cabo una limpieza étnica, con la italianización forzada de la población eslava. Por lo tanto tampoco es real la afirmación de ciertos sitios de Internet que sostienen que los Blazina huyeron de las bombas de la Segunda Guerra Mundial, sencillamente porque llegaron a nuestro país seis años antes del inicio del trágico conflicto bélico.

 

 

Se establecieron en el barrio de Mataderos, en las calles Albariños y Avenida del Trabajo. El grupo familiar estaba compuesto por los padres, Francisco y María, y tres hijos: José, Mario y Mierko. Todos españolizaron sus nombres al llegar: el pequeño Mierko, por entonces de 7 años, en realidad se llamaba Miroslavo. “Cuando llegué al país, lo único que podía hacer era jugar al fútbol, porque era la diversión de los pobres, ya que era lo más barato y lo más divertido y además había campo y lugares para hacerlo”, declaró ya retirado.

Blazina fue un arquero distinto, un futbolista atípico. Y con su estilo y su personalidad absolutamente fuera de lo común, era lógico que su carrera comenzara de forma inusual. Hasta los 16 años nunca había jugado al fútbol. Recién a principios de 1941 jugó unos 10 partidos en dos clubes de su barrio: Juventud Independiente y Albariños. Después atajó dos partidos para El Porvenir, ambos de contrabando, porque no estaba fichado. Las autoridades no advirtieron que jugó sin tener el permiso correspondiente, pero el destino quiso que lo viera actuar el señor Pedro Herrera, un socio y delegado de San Lorenzo de Almagro, quien impresionado por sus aptitudes lo llevó a probarse al club.

Tenía edad de sexta, pero ingresó directamente a la tercera división. Su ascenso fue meteórico. El camino que transita la mayoría de los futbolistas hasta llegar a primera, Blazina lo recorrió en menos de un año. En forma extraoficial, su primera presentación en el arco del Ciclón fue en el marco de un hexagonal amistoso nocturno, llamado “Torneo Preparación”, que San Lorenzo afrontó con un once suplente, ya que los titulares estaban de gira por México. Fue el 10 de enero de 1942, en una victoria 2-1 sobre Tigre, en el Gasómetro. Luego de esa experiencia, por su edad bajó a la quinta, para volver después a afianzarse en la tercera. Sobre el final del ‘42, volvió a ser convocado para el equipo superior. Jugó dos partidos por la Copa Adrián Escobar y tres en una gira amistosa por Chile. Con solo 17 años se dio el gusto de compartir team con cracks de la magnitud de Ángel Zubieta, Isidro Lángara y Rinaldo Martino.

Arrancó 1943 siendo el arquero de la tercera, un equipo formidable bautizado como “La Orquesta”. Salió campeón en una campaña brillante: jugó 30 partidos, ganó 24, empató 5 y perdió 1, convirtiendo la astronómica cifra de 123 goles, un promedio de más de cuatro tantos por encuentro. Era tanta la superioridad sobre sus rivales que Blazina le atribuyó su famosa serenidad  y sangre fría para atajar: “Es posible que esa característica la haya adquirido o al menos desarrollado durante mi actuación en la Orquesta’. La excelentísima defensa de este cuadro me ahorraba enormemente la tarea, deparándome prolongadas inactividades en los matchs. Así, siempre estaba frío”. Jugó 19 partidos con esa tercera campeona: los últimos no los disputó porque para entonces se había adueñado del arco de la primera. Debutó oficialmente el 26 de septiembre del ’43, por la fecha 20 del torneo de primera división. San Lorenzo derrotó a Platense 2 a 0, en el viejo y desaparecido estadio de Manuela Pedraza y Crámer. Ocupó el lugar del hasta entonces arquero titular, Luis Heredia, y jugó los 11 encuentros finales del campeonato y los primeros 4 (de 6 en total) de la primera copa nacional ganada por el CASLA, la Copa de la República “Pedro Pablo Ramírez”, trofeo que San Lorenzo conquistó en forma invicta.

El puesto de arquero ha sido propicio de los tipos pintorescos. Es que en el arco ha mucho tiempo para pensar muchas cosas, al margen del partido que se juega allá lejos. Y no todos tienen eso de Gatti o de Carrizo, que es vivir el partido en todo momento y hasta jugarse apuestas consigo mismo sobre lo que va a hacer el contrario, disfrutando intensamente cuando lo intuido se hace cierto.

Mierko Blazina, el húngaro atajó para San Lorenzo entre 1943 y 1955, aparte de tener el record de partidos jugados entre los arqueros del Ciclón, fue record en materia de sangre fría. Se jugaba a cuatro, cinco metros de su arco, y Blazina estaba allí, impasible, como si el juego estuviera en la valla de enfrente o él se encontrara en alguna otra cancha muy distante de allí.

En 1954 jugaban Ferro y San Lorenzo en Caballito. Hubo un tiro libre para los verdes y mientras Piovano se preparaba para patear, Blazina acomodaba la barrera. Y lo hizo con tanto esmero, indicándole a éste que se corriera un cachito más a la derecha, al otro que no abriera las piernas, a aquellos dos que se apretaran más, que cuando se quiso acordar la pelota estaba adentro... “La barrera todavía no me gustaba”, le confesó después a un amigo, “pero ya que me habían hecho el gol, la dejé así, no más...”

Se hizo famoso por sus rarezas, que incluían contenciones magistrales (como aquel penal que le sacó a Cerviño en la inolvidable campaña sanlorencista del 46 y distracciones increíbles (como el tiro libre del Piovano). Y también por su cábala de colocar un papelito con una piedra adentro unos centímetros delante de la raya del área chica y en la línea del centro del arco. Era cábala y también guía para ubicarse en el arco, sobre todo cuando volvía de apuro. Lo que prueba que tampoco era tan rayado como la gente pensaba...

 

 

Las cenizas de Mierko Blazina descansan para siempre en el museo Jacobo Urso...

 

 

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