Sin embargo, hay documentos que nos dicen que desde la antigua Roma la enfermería era ejercida por hombres y mujeres de diversas categorías llamados censi (de censo, enumerar) accensiti (de accenseo, adjuntar) y optiores (de optio, ayudante) que se encargaban de atender a los heridos del Coliseo, a los soldados y a los atletas.
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En México, los documentos donde se consigna la terapéutica azteca contienen relatos del papel que desempeñaban las parteras indias, esta actividad era exclusiva de la mujer y se le aplicaba el nombre y la dignidad de Ticitl, lo que la ponía al mismo nivel de reconocimiento que el médico de esa época.

Regresando al Viejo Continente, no podemos dejar de mencionar a Florence Nightingale clave en la historia de la enfermería, a mediados del Siglo XIX diseñó el programa de estudios de esta carrera, pero también la consigno sólo para mujeres poniendo una serie de requisitos que si prevalecieran en la actualidad muchas no seriamos hoy enfermeras.

Por ejemplo, las futuras enfermeras no debían de casarse. Quizá por eso en muchas ocasiones esta profesión fue ejercida por las mujeres casi con una vocación religiosa. Este diseño dejaba a la enfermería como un oficio de mujeres, colaboradoras y ejecutoras de las órdenes médicas y con menor reconocimiento social que la medicina, profesión de hombres.
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En la actualidad hay una lucha incansable para que esta profesión deje de ser un oficio asociado al ejercicio de la medicina. Debemos dejar atrás viejas definiciones como la de que la enfermería “es la ciencia y el arte de cuidar… y la medicina era la ciencia de curar”. Hoy la enfermería va más allá del arte de brindar cuidados, hay toda una Ciencia Enfermera enfocada en la promoción de la salud del individuo familia y comunidad y su actividad traspasa las paredes del hospital expandiendo su campo de acción.